Palabra de Fútbol

Thursday, September 28, 2017



Antonin Panenka, picando hacia la inmortalidad



(Antonin Panenka, luciendo la camiseta del equipo praguense Bohemians 1905, del cual hoy es presidente honorífico)


   El fútbol es un deporte que derrocha belleza por mil razones. Por supuesto, a esto aporta la exquisitez de cierto tipo de jugadas. Muchas de ellas se han inmortalizado, por ejemplo, una que llamamos “la chilena”. Para quienes no estén relacionados con esta maravillosa jugada, en lugar de explicarla, pueden revisar el siguiente link, para ver en qué consiste esta particular forma de pegarle a la bola:

                       

    Según se dice, el primer jugador que popularizó esta joyita participaba en la selección de Chile, y se llamaba Ramón Unzaga. En 1916, en un torneo Sudamericano en Argentina, la internacionalizó y la prensa de este país, en adelante, la denominó “la chilena”. Hoy en Talcahuano, al sur de Chile, existe un monumento dedicado a la memoria inmortal de Ramón Unzaga, nacido en España, nacionalizado chileno.




    Otra jugada que tiene marca registrada es “la rabona”. Se atribuye su invención a Claudio Borghi, jugador argentino de gran talento y de una técnica prodigiosa. Observe y disfrute:


    Es verdaderamente una sutileza de golpe, que básicamente consiste en cruzar los pies y golpear la pelota con la pierna invertida, algunos podrían quizás pensar que este tipo de golpe se ciñe a la vieja máxima, “para qué hacer las cosas simples cuando se pueden hacer complicadas”. Borghi decía, a manera de broma, que realizaba este tipo tan rebuscado de golpe debido a que, de esta manera, les daba cierta ventaja u opción a los rivales.


(Claudio Borghi, compañero de Diego Maradona en el mundial de 1986)


    Pero aquí queremos recordar al inventor de otra jugada que hoy por hoy es mundialmente famosa. Nos referimos a la “Panenka”. En Europa, esta palabra está asociada con una manera de ejecutar los lanzamientos penales. En Sudamérica esta expresión no es del todo conocida, aunque la manera de patear sí que lo es. Algunos recordarán esta famosa definición que realizó el Loco Abreu, delantero de Uruguay, en el mundial de Sudáfrica el 2010. ¿La recuerdan?:



    En América del sur, se suele decir que en este caso Abreu “se la picó” al portero. Zidane se dio el gusto de realizar este arriesgado golpe en la final del mundial de Alemania el 2006:



    Como anunciamos, esta jugada tiene también nombre y marca registrada: “la Panenka”. El nombre viene del ex futbolista Antonin Panenka, de origen checoeslovaco. En 1976 se celebró la Eurocopa en Yugoeslavia. A la final llegó la favorita República Federal Alemana, la última campeona del mundo en el mundial realizado justamente en Alemania Occidental dos años antes, en 1974. El equipo estaba encabezado por el famoso y célebre “kaiser” Franz Beckenbauer. Del otro lado, estaba el equipo checoeslovaco. El ambiente era sin duda sabroso, pues los dos equipos representaban los lindes del mundo bipolar, y encarnaban el espíritu de la época, a saber; la guerra fría.


(Gustav Husak, presidente de Checoeslovaquia (1976-1989), y secretario general del Partido Comunista (1969-1987), concentró en su persona las dos más altas nomenclaturas del Estado checoeslovaco en la última etapa del régimen comunista)

    Y es que ambos países compartían fronteras, pero uno de ellos, era capitalista, la República Federal Alemana, y el otro era comunista, Checoeslovaquia. Por lo mismo esta final tenía un sabor distinto, pues sublimaba en el deporte el gran drama de la historia.

    El escenario favorecía quizás más a los checoeslovacos, pues se jugaba en otro país de la órbita socialista, en Belgrado, la capital de la ex Yugoeslavia.

(Walter Schell, presidente de la Alemania Occidental entre 1974 y 1979)


El arranque del partido sorprendió a todo el mundo, y es que Checoeslovaquia se puso dos a cero arriba, pero en la segunda parte del partido, Alemania logró igualar, forzando el alargue y luego los penales. Allí, y tras errar en la serie los germánicos, le tocó patear el penal decisivo a un jugador hasta ese entonces desconocido, un muchacho llamado Antonin Panenka. Cómo definió la serie, pueden verlo en este video:   



        Según el mismo autor de esta genialidad -formado en el Bohemians 1905, del barrio de Vrsovice en el distrito capitalino de Praga 10-, picando la pelota de esta manera marcaría el gol de forma segura, ya que la tensión del portero, según cuenta, siempre lo lleva a escoger uno de los lados de forma rápida. Sus compañeros le conocían, y sabían que podría pensar definir de esta forma tan temeraria, y aún le rogaron que no lo hiciera aquella noche yugoeslava, pero no les hizo caso y gracias a su ardid consiguió la copa europea para los de su país.El detalle del partido lo pueden chequear aquí:



      En adelante, la Panenka se ha institucionalizado como otras de esas joyitas que nos regala el fútbol, pero a pesar del optimismo de su creador en cuanto a su efectividad, últimamente la popularidad del golpe es tanta que los arqueros ya están bastante advertidos, especialmente con aquellos jugadores que abusan de ella, aquí les dejamos una selección de “panenkas frustradas”




         Y bien, hasta aquí dejamos esta entrega, y nos despedimos hasta una próxima ocasión

         Un saludo afectuoso.

P.D: Esta reseña fue gentileza de nuestros amigos de www.prgtourspraga.com Si te interesa más la historia del deporte checoeslovaco, te invitamos a que leas la siguiente reseña en el blog a continuación: http://prgtourspraga.com/deportistas-elite-checo-eslovacos/










Sunday, April 10, 2016


HABLAR DE FÚTBOL
por Cristóbal Briceño


  Cuando escuches fútbol por la radio trata de imaginarte el partido, es imposible. El relator se ha vuelto incapaz de traspasar a palabras la acción futbolística. Es penoso, un pobre ramillete de muletillas y acentos forzados. Y eso que el relator radial no es tan malo como el televisivo, que está más preocupado de hacerse el gracioso que de cualquier otra cosa. ¿Desde cuándo esta obsesión del periodista deportivo por ser chistoso? ¿Es que confundirán chistoso con encantador? Encantador era Julio Martínez, quien precisamente no intentaba ser gracioso. Porque ser gracioso no se intenta, se es, y no es para todos, no es algo que se pueda desarrollar. Por el contrario, quienes lo intentan tan desesperada e insistentemente, resultan muy irritantes.
  Y los comentaristas, qué casta incorregible. Habiendo tanto detalle técnico interesante por desgranar, se pasan el partido preocupados de emitir minúsculos juicios de valor y endebles advertencias morales. “Si el equipo sigue jugando así puede pagarlo caro”, “Vidal tiene que controlarse”, “en el segundo tiempo demostró toda su jerarquía”.
Por su parte, el periodista de campo, acaso el más afortunado de todos, que no solo ve el partido libre de obstáculos y a ras de pasto, sino que además tiene acceso a conversar con los atletas en su misma naturaleza, malgasta su buena fortuna con tristísimas afirmaciones disfrazadas de preguntas. “Fueron claros dominadores y se llevan los tres puntos, hoy duermen como punteros” tras lo cual le pone el micrófono en la cara al desdichado lateral derecho que empieza por decir “buenas noches, sí…” Qué crueldad.
   Y sigamos, que hay más, con los analistas, que durante la semana debieran dar opiniones maceradas y reflexivas. ¿Dónde se esconden? Horas y horas de lunes a viernes divagando frente a los micrófonos para soltar obviedad tras obviedad, amparados en el más soporífero sentido común. Hay excepciones, voces que dan cuenta de procesos mentales que necesitaron algún rigor, como la de J. C. Guarello, quien maneja hartos datos históricos y sabe bastante de política, de redes de influencia y círculos de poder, pero poco de fútbol. O acaso no le interesará, porque nunca habla de eso.
   Así, el poco amor por ver fútbol se extiende a todo el aparato periodístico. De la prensa escrita a los compactos de goles, que prefieren darle segundos de pantalla a las celebraciones antes que mostrar la jugada de gol desde su inicio, y no en sus últimos tres toques. Porque el gol se construye sutilmente, se arma delicada y tenuemente, sin chistes. Y el que está pensando en cómo hacer un chiste se pierde el espectáculo silencioso de la jugada.
   Los dos problemas que distingo principales provocados por esta ceguera futbolística son 1) que los televidentes y radioescuchas nos aburrimos soberanamente teniendo que soportar semejante filtro, al punto que a veces casi nos arruinan una experiencia que merece ser de pleno goce, y 2) que el medio periodístico, con su enorme capacidad acaparadora, va construyendo un raquítico discurso futbolístico que envenena a la población, y especialmente a los niños, que crecen acostumbrados a esta pobreza discursiva que me temo acaba también reflejada en la cancha. Basta escuchar cómo se expresa un futbolista uruguayo después de un partido. La palabra puede tallar el espíritu, o desecarlo.

Sunday, September 28, 2014

DIME QUIÉN TE GOBIERNA...

Antes de que el árbitro toque el pito, en la mitad de la cancha Romario intercambia manotazos con Alejandro Hisis y Raúl Ormeño. Branco saca de escena al joven delantero brasilero para poder comenzar el encuentro. No había transcurrido demasiado tiempo desde el inicio del juego cuando el mismo Branco toma la pelota por el sector izquierdo y se dispone a cruzar la mitad de la cancha a gran velocidad, plan que ve frustrado por una patada voladora de Raúl Ormeño a la altura de la rodilla. Branco tenía la pelota en el piso y se disponía a adelantar la barrida del contención chileno. Se puede mirar una y otra vez la acción sin encontrar ningún sentido dentro de la lógica de los movimientos futbolísticos. La intención es agredir los más posible, frustrar incluso la carrera profesional de Branco (contra el que luego, durante el mundial, los argentinos también atentaran). La criminal intención queda manifiesta por el propio Ormeño: luego de la patada acude al lugar en el que yace Branco, y en vez de asistirlo o disculparse, le toma el pulso a la altura de la vena yugular, como para confirmar si acaso sigue vivo. Julio Martínez, increíblemente, comenta que si bien el árbitro (al que llama "El amigo de las tarjetas") actuó precipitadamente en comparación con otros jueces que esperan más para amonestar, la amarilla está bien mostrada pues Raúl “fue muy fuerte”. No reparó en que casi mató Branco. Durante la asistencia al volante brasilero, Romario golpea sin pelota a Hisis, quien ya lo había provocado antes del comienzo del partido. Romario se va expulsado. Roberto Rojas separa y un joven Zamorano (novedad entre los titulares) acompaña a Romario a salir de la cancha.

Este es el ambiente del partido que, tal como señala Martínez, está cargado de un excesivo nerviosismo. Lo que no menciona el calvo comentarista, es que efectivamente se viven los últimos días de la dictadura chilena y en el mismo estadio en donde se torturó a los legítimos dirigentes del país, los militares esperan una mano de la selección nacional para tal vez con eso incidir en las primeras elecciones democráticas luego de 17 años. Este oscuro, aunque evidente, vínculo entre la situación política y nuestra selección se sintió en estos dos partidos contra Brasil como en pocos momentos de la historia del fútbol, culminando en la más curiosa de las performances que se haya visto en una cancha. Este partido fue el preámbulo de lo que pasaría en el Maracaná con Roberto Rojas, en el partido decisivo de vuelta. Chile se jugaba la clasificación al mundial de Italia 90, y algo más. Los milicos sabían bien que el fútbol funciona como un mágico amuleto que llena de buenos augurios a las autoridades cuando el equipo de todos gana, dándole irracionalmente el favor de los votantes y la aprobación de la descerebrada opinión pública. Si el equipo gana y va a al mundial (¡al mundial!) no hay que tocar nada, aunque desaparezcan y torturen a la gente todas las semanas frente a las narices de todos.

Luego de la expulsión de Romario, tímidas aproximaciones de Chile y la expulsión de Ormeño, quien pegó sin pelota ni justificación nuevamente, y que luego, incrédulo, persiguió al árbitro de la manera más hipócrita.
Es Zamorano el que más inquieta a Taffarel, pero las llegadas de Chile no son de peligro. El partido, desde aquí, entra en una fase de adormecimiento. Chile no tiene mucho fútbol. Brasil llega con claridad y Rojas tapa un remate de gol a Bebeto. Lo de Chile es insípido, cada vez menos robusto, casi inofensivo. Una llegada de Hugo Rubio, dos tiros libres sin peligro de Jorge Aravena. Dunga le pone una patada a Rubio, Rubio le pone una patada asquerosa a Valdo (parece ser Valdo). Valdo pisa a Puebla y este luego lo amenaza. Mazinho se filtra por el sector izquierdo, deja pagando a Fernando Astengo, se mete en el área y luego de recibir penal de Rojas toca la pelota al medio, la defensa chilena neutraliza el peligro pero inexplicablemente, sin brasileros cerca, Astengo despeja desesperado y la pelota da en Hugo González colándose en el arco. La responsabilidad es casi completa de Astengo, quien días después estaría comandando el engaño en Brasil tomando las principales decisiones en la cancha para sacar de ella al herido Cóndor.

Luego, Patricio Yañez desborda por la derecha, lanza un centro que rebota en la defensa brasileña, el árbitro cobra saque de meta. Yañez ensaya su célebre gesto agarrándose las bolas apuntando en dirección al juez, que le muestra la amarilla. Se escapa luego Bebeto y el Cóndor Rojas sale del área y, fuera de ella, tapa con las manos el remate del brasilero. El árbitro nada cobra. El partido es extrañísimo y violento. Signo de ello es una llegada de Chile, gol anulado, luego de una verdadera ensalada de patadas. Los jugadores chilenos buscan la paridad como sea, y la logran de cualquier manera más tarde, cobrando repentinamente una retención de pelota por parte de Taffarel. Una verdadera avivada, cuando todos los jugadores brasileros miraban en dirección al árbitro, que Basay convirtió en gol. Chile puja y puja, y la realidad al final dice que no se ha podido ganar a Brasil. 1 x 1. Todos saben que es muy difícil que este equipo gane de visita a los grandes campeones, y si con todas estas triquiñuelas no se ha podido, será mejor entregarse o tramar algo en grande.

Con este ambiente, con esta actitud del equipo chileno, influida por el espantoso modelo ético de la dictadura, se fragua el plan del Maracaná, del cual nunca hemos tenido la versión definitiva, pero que ya a nuestros ojos infantiles de esos momentos apareció siempre relacionado con el oscuro proceder de la traición y la mentira de los ilegítimos gobernantes. A espaldas de todos, a la mala. Hoy podemos ver entrevistas y declaraciones de los protagonistas, públicas expiaciones y disculpas, pero no nos importa en este caso cómo se planeó y quiénes estuvieron involucrados, lo que importa es lo que todos vimos y sentimos, eso es algo que habla por sí solo. Basta ver el video resumido de este primer partido en Chile que, opacado tal vez por la espectacular bengala, es aún más expresivo:
http://www.youtube.com/watch?v=t3rlGsZfHwQ

Por Ignacio Aguirre

Thursday, January 31, 2013

EL QUE GANA MUERE



A continuación presentamos un exquisito fragmento perteneciente a una reciente novela publicada bajo el nombre “HHhH”. El título es una cicla en alemán que en castellano se traduciría como “El cerebro de Himmler se llama Heydrich”. Como algunos sabrán ambos nombres se vinculan con la alta nomenclatura del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El libro es la primera aventura editorial del francés Laurent Binet, que narra la historia de los preparativos y de los protagonistas (un checo y un eslovaco) encargados de cometer el crimen contra Reinhard Heydrich en Praga, Checoeslovaquia, 1942. Disfrútenla entonces…

Así pues, en el verano de 1942, Ucrania es administrada por los nazis con la brutalidad que los caracteriza. Sin embargo, los alemanes han querido organizar unos partidos de fútbol entre los diferentes países ocupados o satelizados en el Este. En seguida hay un equipo que se distingue, engarzando una victoria tras otra contra sus adversarios rumanos o húngaros: el FC Start, creado de prisa y corriendo a partir de los restos de un difunto Dynamo de Kiev, prohibido desde el principio de la ocupación, peor cuyos jugadores fueron llamados para tal evento.
La fama del éxito de ese equipo llega a los alemanes, que deciden organizar un partido de prestigio en Kiev, entre el equipo local y el equipo de la Luftwaffe. Durante la presentación de los equipos, los jugadores ucranianos son obligados a hacer el saludo nazi.
El día del partido los dos equipos entran en el estadio lleno a rebosar, y los jugadores alemanes extienden el brazo gritando: “¡Heil Hitler!” Los jugadores ucranianos extienden también el brazo, lo que supone sin duda una gran decepción para el público que evidentemente, veía en ese partido la oportunidad de demostrar una resistencia simbólica al invasor. Pero en vez de apostillar su gesto con él “heil Hitler” convenido, los jugadores cierran el puño, cruzan su brazo sobre el pecho, y gritan: “¡Viva la cultura física!” El slogan impregnado de connotaciones soviéticas entusiasma al público.
Apenas empezando el partido, un jugador alemán le fractura la pierna a un atacante ucraniano. En esa época no había sustituciones, el FC Start, deberá jugar el resto del partido con diez, en superioridad numérica, los alemanes abren el marcador. La cosa se presenta muy mal. Sin embargo, los jugadores de Kiev, se niegan a rendirse. Empatan entre los vítores la multitud. Un poco más tarde marcan un segundo tanto y el estadio se viene abajo.
En el descanso, el general Ebherdardt, superintendente de Kiev visita a los jugadores ucranianos en su vestuario, les hecha este discurso: “Bravo, habéis practicado un juego excelente y a todos nos ha gustado mucho. Pero ocurre que ahora, durante el segundo tiempo, teneis que perder. ¡Debeís hacerlo! El equipo de la Luftwaffe no ha perdido jamás sobre todo en territorios ocupados. ¡Es una orden! Si no perdéis seréis ejecutados.”
Los jugadores han escuchado en silencio. De regreso al terreno de juego, sin que se pusieran de acuerdo previamente, después de una breve incertidumbre, toman la decisión de seguir jugando. Marcan otro gol, y luego otro, hasta acabar ganado 5 – 1. Para el público ucraniano es el delirio. La parte alemana gruñe. Hay disparos al aire. Pero ninguno de los jugadores se inquieta todavía, porque piensan que los alemanes querrán lavar su afrenta sobre el terreno de juego.
Tres días más tarde se organiza un partido de revancha, cuya promoción se hace con un gran despliegue de carteles. Mientras tanto, los alemanes mandan venir de emergencia desde Berlín a jugadores profesionales para reforzar el equipo.
El segundo partido comienza. El estadio está nuevamente lleno a rebosar, pero esta vez, se han desplegado alrededor tropas de la SS, con la excusa oficial de mantener el orden. Los alemanes abren una vez más el marcador. Pero los ucranianos no se amilanan y vencen 5 – 3. Al acabar el partido, los seguidores ucranianos estallas de alegría, pero los jugadores están lívidos. Los alemanes disparan unos tiros. El césped se invade. En la confusión tres jugadores ucranianos desaparecen entre la multitud. Sobrevivirán a la guerra. El resto del equipo es arrestado, y cuatro jugadores son llevados inmediatamente a Babi Yar, donde se les ejecuta. De rodillas delante del barranco el capitán y guardameta, Nikolai Trusevich tiene tiempo de gritar, antes de recibir una bala en la nunca: “¡El deporte rojo no morirá jamás!” A continuación los demás jugadores serán asesinados también. Hoy en día hay un monumento dedicado a ellos delante del estadio del Dynamo.


Laurent Binet, HHhH, SeixBarral, Santiago de Chile 2011

Wednesday, December 19, 2012

FÚTBOL DE GUERRILLA



Mucho se ha dicho ya del fútbol y su rol en la sociedad. Alienante, punto de encuentro, nuevo coliseo. Como sea, a su poder de influencia no hay para qué ponerlo en duda. El fútbol y su sociedad han llegado a convertirse en un espejo el uno del otro, una correspondencia que dialoga y se influencia mutuamente. Así, ver al fútbol como un medio de difusión de un mensaje no sería una idea nueva.
Hace unos dos años, coincidente en momento con la salida de Marcelo Bielsa de la selección, ese que hizo sentir su pensar a Piñera y Cía., vuelve a Chile Jorge Sampaoli. El Loco había hecho noticia al no darle la mano al presidente, porque sabía que él representaba el negocio en el fútbol, la mercantilización y privatización de todo bien medianamente cotizado. Bielsa tenía un proyecto futbolístico claro y una cosmovisión bastante reconocible. Sampaoli, un bielsista reconocido, relaciona también esas dos cosas, la cosmovisión y el fútbol, pero no es Bielsa, es Sampaolí. Y así como Bielsa traía un orden, una estructura, un proceso de racionalización para el fútbol chileno, Jorge trae lo propio, un énfasis en desafiar la historia, en que las cosas son posibles. Voluntad, pero voluntad de equipo.
Con él se instalan palabras en las conferencias que no se escuchaban en nuestras canchas. Si Bielsa era el filósofo, Sampaoli pasa a ser el guerrillero. Y no es de fútbol de lo que hablamos aquí. Es de identidad. Trabajando, conversando y haciendo leer a sus jugadores, ha logrado un grupo que no se basa en uno, si no en la fuerza de la multitud. Una forma de jugar, una identidad, una pasión que compromete a cada uno con la ideología tras el juego.
Conferencias de prensa y entrevistas a Jorge Sampaoli hay varias y variadas. Fútbol se escucha a menudo, claramente. Pero hay una serie de palabras que aparecen cada vez que el técnico habla: rebeldía, revolución, dar vuelta la historia, hacer historia, amateurismo, pasión, desafiar lo imposible. Tal vez fue el crecer en dictadura siendo hijo de policía, tal vez el ver frustrado el sueño de ser futbolista y tener que trabajar en un banco y en el registro civil. Pero Sampaoli peleó, y llegó a ser técnico. En su discurso podemos ver el inconformismo y las ganas de desafiar el establishment. Sampaoli quiere joder y sabe bien a quiénes. Tiene un proyecto y una visión del fútbol que va más allá del fútbol. Habla de cierta forma, rechaza una alta suma de dinero por creer en un proyecto, hace leer a sus pupilos. Su vida es también así y ha sacrificado un sin fin de cosas por lograr ese proyecto que es una visión de fútbol y de vida.
Es por esto que, al introducir los conceptos antes nombrados en el fútbol, comienza a generar la cristalización de estos en la cotidianeidad de los más jóvenes. Conoce las clases (sociales y pedagógicas) y la miseria el profe, en el fútbol eso se conoce bien. Cuando la marginalidad es tal, no se logra canalizar la frustración y eso lo entienden los poderes políticos y económicos, hoy prácticamente uno, los cuales utilizan al fútbol como una más de las redes para evitar la organización, desviando el descontento hacia los pares y generando así el odio irracional hacia el hincha del archirrival. Lo mismo hacen con los carabineros, muchas veces enfrentando a sus propios vecinos. Al final, que se maten en las poblaciones, es una economía enorme. Sampaoli es capaz de utilizar este mismo mecanismo a su favor. De modo prácticamente pedagógico, el profe introduce estos conceptos para luego ejemplificarlos con fútbol. Y un equipo que jugaba con timidez, logra salir campeón de Sudamérica con una irreverencia pocas veces vista. Este es su ejemplo supremo. Con organización, la revolución se puede. Con voluntad, unión y pasión desmedida, no hay imposibles. Ver el efecto real de esto, la asimilación de los conceptos en los más jóvenes, puede demorar años. Pero en un momento en que Chile está convulsionando, con revoluciones pingüinas, marchas universitarias, con el estado allanando y apresando al pueblo mapuche en Wallmapu, podemos esperar que sea más pronto que tarde. Y es que la suma de pequeños gestos de terrorismo lingüístico, pueden ir aportando a un cambio en la realidad. Hacer política desde el lenguaje, y llevarlo a la práctica como enseñanza.
Sampaoli no es el primero ni el último, él no está para coronel ni presidente, no será el héroe mártir. Sampaoli no es feliz, pero vive respirando a la contra. Es la tragedia del condenado, pero la rebeldía es la reserva en los pulmones. Yo viví en una época en que la tendencia era de izquierda, pero en el fondo yo era un reaccionario. Si la dictadura hubiese sido de izquierda, quizás yo hubiese sido lo contrario. Contaba en una entrevista. Hoy el guerrillero está arriba de la pelota, listo para disparar.

Ismael Rivera



Saturday, October 13, 2012

1962: El mito del mundial chileno



Digamos de inmediato la tesis que propone y defiende el autor: El mundial del 62 fue el peor de la historia*.
La “demostración” consiste en una muy erudita investigación que analiza el mundial chileno desde el punto de vista organizativo y futbolístico. Su intención, según se desprende de la lectura, es derribar mitos, en el sentido de las muchas falsedades que hasta hoy se sostienen en torno al evento.
Para nadie es difícil imaginar la pobreza de los medios disponible en infraestructura, antes, durante y después del mundial. La carencia existía no sólo en estadios, sino también en canchas de entrenamientos, sitios adecuados para la concentración de las comitivas de la competición, la falta de capacidad hotelera de buena calidad. Estafas y escándalos con respecto a la venta y distribución de las entradas, manejos poco transparentes e hipócritas en torno a la selección de las sedes mundialistas, en fin una serie de falencias que sin duda permiten afirmar que el mundial chileno fue uno de los más mal organizados de la historia.
A modo de anecdotario, cabe añadir que segundos antes del punta pie inicial todos se dieron cuenta que no estaba la pelota, y es que un dirigente las olvidó y las dejó en su casa. Además la pelota oficial –de flamante industria chilena- según se señala duraba solo un tiempo, luego se desfiguraba y se desinflaba. Por esa razón -además de las constantes quejas de los seleccionados del Viejo Mundo- la FIFA autorizó el cambio de balón a mitad de torneo, y hubo que traerlos todos desde Europa.
Desde el punto de vista futbolístico, Matamala nos dice que el mundial fue muy malo, debido en primer lugar a la inaudita violencia que se vio durante los partidos, que amenazó incluso la continuidad del mismo. Se vivieron vergonzosas batallas campales, entre esta clase episodios podemos mencionar, Argentina versus Bulgaria en Rancagua, Yugoeslavia contra la Unión Soviética en Arica, Alemania contra Suiza y Chile contra Italia, ambos en el estadio Nacional. Y con respecto a este último partido -según sostiene el autor del libro- Leonel Sánchez no fue expulsado gracias a que la terna referil protegía abiertamente a los locales, tendencia que ocurrió durante todo el torneo, incluyendo la clara derrota contra Brasil.
Fue uno de los mundiales con menos goles en la historia del fútbol y uno de los mundiales con menos gente en las galerías: el alto costo de las entradas y el desinterés general de los chilenos con los demás equipos,tuvo por consecuencia que la semifinal entre checoeslovacos y yugoeslavos solo fuera mirada por 6 mil personas.
Por otra parte, el autor señala que el mundial fue también decepcionante en materia futbolística, porque si bien estaba plagado de estrellas, durante el mundial –salvo Garrincha- no brilló ninguna de ellas. Pelé, se lesionó en el primer partido, Di Stefano que venía con España, se taimó y no jugó ni una vez. Puskas, también defendiendo a España (y no a su natal Hungría, que también participaba), poco y nada mostró. Yashin, el araña negra, arquero de la URRSS, tuvo jornadas tan negras como su uniforme, y llegaba con el cartel del mejor del mundo. Por último, Matamala se lamenta que muchos buenos equipos de aquel entonces quedaron fuera de la cita, como Francia, Austria y Perú, ausencia esta última que perjudicó económicamente la sede de Arica, pues contaban con presencia de los vecinos como cabeza de serie, sin embargo quedaron eliminados sorpresivamente, si mal no lo recuerdo, contra los muy discretos colombianos, a juicio de Matamala. En fin, todos estos (y otros más contiene el libro) vienen a ser los susodichos argumentos “objetivos” que condenan el mundial criollo.

Ahora bien, quisiera hacer un crítica a ese valor de “la objetividad” que tanto conmueve al periodista. ¿Existe algo menos apegado a la realidad acaso que esa fría objetividad que reclama Matamala? ¿Los brasileros campeones de entonces dirán que el mundial de Chile fue una mierda? Siendo el de Italia 90 también apuntado como un desastre de mundial, desde el punto de vista futbolístico, ¿sentirán lo mismo los alemanes que unificados lo ganaron?, o bien ¿cuál vendría a ser el mejor mundial para los españoles sino es el de Sudáfrica 2010? Y para nosotros, ¿fue el mundial de Chile el peor, o diremos que el mejor fue el de Corea y Japón donde ni siquiera fuimos? ¿O el del 30 donde no vinieron los europeos a jugar?, ¿habrá mejor mundial para los uruguayos que el Brasil en 1950? ¿Finalmente, tiene algún sentido hablar con objetividad de algún mundial o de cualquier torneo?... ¿a quién realmente le puede importar “descubrir” esa objetiva realidad? y ¿con qué fines? Las estadísticas, en este caso, tienen sentido solo dentro de los Almanaques.
Además con “números” Matamala “demuestra” también que la selección chilena del 62 no es la mejor de la historia, y dice que Leonel Sánchez ni siquiera entraría en el 11 ideal, porque según sus datos Caszeli ocuparía su lugar. Curioso, siendo Sánchez recordado por ser el máximo goleador chileno en los mundiales, y a su vez Carlos Caszeli -el que ocuparía su puesto-, es recordado por ser el primer jugador expulsado en la historia de los mundiales y además a los 5 minutos de juego, y por supuesto que lo recodamos también por aquel horrible penal que erró contra Austria, recién empezando otra aventura mundialista que terminó en un rotundo fracaso. Pero bueno, “la realidad objetiva” dice que Leonel Sánchez, no entraría de titular en la oncena histórica de Chile.
No hay criterio más alejado de la realidad que la preciada perspectiva “objetiva”. Esta objetividad despoja al asunto de su existencia, y divide las partes de un todo, y solo estipula detalles para ofrecer luego una nueva “realidad”, que pretende ser “más verdadera”. Pero la verdad, es que esta nueva construcción es frágil, ficticia e ineficiente, ya que no arraiga en el alma ni en la memoria colectiva ni como imagen ni como recuerdo ni sentimiento. Y si bien es posible comparar organizaciones, creo que la materia futbolística es mucho más compleja en su análisis: el mejor partido no es aquel de más goles, y las excesivas patadas sin duda marcan un punto de inflexión en la historia del fútbol que trajo consigo reformas al reglamento, en ese sentido se sacaron nada más que buenas lecciones de la violencia del mundial. La mano negra del arbitraje, que existió en el 62, también existió en casi todos los mundiales y Matamala eso también lo sabe y reconoce.
El libro, aunque está bien escrito, con un tono algo pedante, a veces tiende a aventurarse en ribetes literarios, ofreciendo poco ágiles e intrascendentes diálogos entre los personajes de esa época, por lo mismo le queda mucho mejor la descripción prosaica pues gana el texto con ella economía, seriedad y mayor claridad. Además hay una sección completamente innecesaria del libro que se llama “el mundial de la gente”, esta parte presenta las memorias de anónimos testigos, digamos que las impresiones rescatadas realmente caen en un cliché sensibilero e insignificante, sacando el autor la peor faceta del periodismo; la nota rosa.
Por último, le recomendamos a Matamala que retire también el desafortunado capítulo final donde relata con una poética asquerosa el funeral de Ramírez, uno de los delanteros chilenos durante el 62 que marcó goles contra Italia y Suiza. En este epílogo el periodista trata de filosofar en torno a las glorias pasadas, al mito, la ilusión, la vejez y la muerte. Al contemplar a los restantes jugadores de ese plantel durante el entierro, los ve acabados, patéticamente mamando de ese recuerdo de gloria, regocijándose todavía en él, y finalmente el periodista se compadece de ellos previendo su cercana muerte. Digamos que la reflexión es de pésimo gusto y con un tenor casi ofensivo en contra de la generación del 62. ¿Con qué derecho puede enjuiciar así la vida de una persona, valorando y remitiendo toda su trayectoria no solo profesional sino que existencial en general a una única experiencia? ¿Acaso pretende hacernos creer que en esta gente no hay más eventos significativos en su memoria, más motivos de orgullos, más felicidades personales, otros acontecimientos imborrables? ¿Viven únicamente para el mundial del 62? La verdad es que raya en la falta de respeto aquí Matamala. Y probablemente por escribir semejante y odioso epilogo pudiera ser merecedor de un cornete en el hocico, como se lo deseó públicamente Eduardo Bomballet.
Debemos agradecer, de todas formas la publicación de este libro por la seriedad de la investigación, la gigantesca información, la rectificación de algunos datos. Hay también un intento valorable del periodista por comprender y situar el mundial, dentro del contingente -y por supuesto- complejo contexto sociopolítico de la época, además aplaudo el exquisito anecdotario que el libro ofrece. A modo de ejemplo, en Arica jugaron los soviéticos contra Colombia, David contra Goliat, 4 a 1 ganaban los rusos, mas por esas cosas increíbles del fútbol, Colombia lo empata a 4, y los chilenos eufóricos presentes no vieron nada mejor que saltarse a la cancha para llevar en andas a los colombianos por su heroica gesta. Hermosa imagen del peor de los mundiales.

Esto es palabra de fútbol

Andrés Vidal Domínguez


*Matamala, Daniel: "1962: el mito del mundial chileno". Santiago, ediciones B.

Thursday, August 16, 2012

"La Pena del arquero", por León Cohen

En esta ocasión, otro ilustre invitado de este humilde medio, que cada día crece en prestigio y calidad. Aquí, León Cohen psiquiatra-psicoanalista, y ex arquero de la selección chilena y de la Universidad de Chile, nos trae un ejercicio perfecto que refleja su reconocida trayectoria.

Esto es palabra de fútbol





LA PENA DEL ARQUERO

Hay un hecho que en el fútbol es esencial : el equipo. El equipo es un grupo de once personas. Sin embargo, como sabemos, no son todas lo mismo. No son un grupo igualitario. Desde ya el llamado arquero es el único que está confinado para ser lo que es. Sólo puede ser arquero en su área, en su propio territorio. De todos es el único que tiene un derecho extra sobre la propiedad común de todo el equipo, es decir, sobre el balón. Ese derecho básicamente es un deber. Evitar con cualquier parte de su cuerpo la penetración última del enemigo. A él se le permite que exponga cualquier parte de su cuerpo. Es el recurso último, la última trinchera. Su posición es decisiva por lo que las exigencias que caen sobre él son implacables : no podrás cometer ningún error. Para todo esto deberá estar sobre la tierra y en el aire, deberá ser leve y sólido, astuto, ágil, con mirada de lince y manos de acero. Sus movimientos deberán ser una sorpresa para él mismo pues tendrán que ser automáticos, inconcientes. Su mente deberá tener capacidades adivinatorias por lo que tendrá que estar al borde de la locura, captando las intenciones que en el aire se prefiguran en la mente del adversario que se avalanza con el balón.
El arquero tiene una pena permanente. Tiene tanto deseo y voluntad de penetrar al enemigo pero no puede alejarse del espacio que proteje. Es posible que tenga igual o más talento para llegar al área enemiga pero no puede alejarse ya que es insustituible, es único. Nadie más que él tiene el derecho de arquero en el territorio del grupo donde se guarda el bien más precioso del equipo, el arco. Puede hacerlo, pero es muy peligroso. Si lo hace es bajo la cautela y los ciudados de sus compañeros.
Para el resto del equipo el arquero es un ser extraño, algo loco, con capacidades y recursos que ninguno tiene o puede usar. Quizás alguna vez, en algún entrenamiento, alguno quiera ponerse al arco, pero en la lucha le está extrictamente penado : “de ese fruto no comerás”.
El arquero a menudo está solo. Dentro de la escena es un espectador tenso que sigue la continuidad del juego momento a momento, a lo lejos. Cuando el enemigo entra en su casa, al área donde está confinado, su tensión es máxima. Esta es una situación que el común de la gente rehuye. Nadie quiere ponerse al arco. Todos quieren ser protagonistas, eluden la responsabilidad del puesto y buscan la rápida gratificación del delantero. Los niños, en su crueldad natural, envían al arco a los marginados, a los que padecen de alguna falta o torpeza. Solo unos pocos lo hacen por vocación y no por resignación. Esta vocación es un enigma, tan misteriosa como es el masoquismo, esa rara inclinación humana a sentir placer al ser golpeado por un balón. Es que detrás de esto está el viejo deseo de ser un héroe, aquel personaje solitario del cual depende, en última instancia el destino de la historia.

León Cohen. psiquiatra psicoanalista APCh-IPA

Ex-arquero Universidad de Chile y Sel.Chilena sub20, 1972.